Para acercarse a los maestros y educadores españoles del siglo XVII es necesario llevar a cabo una
clasificación con respecto al tipo de enseñanzas. En primer lugar distinguir dos
tipos de enseñanzas diferentes; la clerical y la seglar, ésta última vinculada
al gremio de la Hermandad de San Casiano, cuya fundación suele fecharse en 1642
y está considerada la primera agrupación profesional que se creó en España
cuyos fines principales se encaminaron a ofrecer protección y asistencia a sus miembros
(incluidos viudas y huérfanos de los respectivos profesionales) , defender sus
intereses y mejorar la enseñanza.
Más tarde se hace referencia a otra clasificación basada en los maestros que llevan a
cabo su labor en el régimen de los Austrias, donde tienen lugar hechos como la
elección de una capital por razones geopolíticas, la realización del Concilio
de Trento, la misma vinculación de la hermandad de San Casiano y destacar
también una breve licencia a modo de reseña referida a esta primera etapa; la España
cervantina. La segunda etapa la protagonizarán los “maestros
plenamente ilustrados”, dentro de la hegemonía de los Borbones.
De la primera
etapa habría que destacar a los maestros de las ciudades, a los maestros
rurales y a las maestras.Irrumpe así la
etapa de la denominada ilustración reformista, con Carlos III en el poder y el
pensamiento ilustrado en su máximo apogeo haciendo un esfuerzo de renovación de
las instituciones, aparece el Colegio Académico de Primeras Letras (establecido
el 22 de diciembre de 1780) y la Real
Academia de Primera Educación.
Ideas pedagógicas, educación e
ilustración en España:
El Despotismo
Ilustrado, Floridablanca o Campomanes como protagonistas de una esperada
transformación y la aportación del historiador Lorenzo Luzuriaga templando y
asentando verdaderamente una base
pedagógica del movimiento internacional de la Escuela Nueva, son los
principales aportes que son desarrollados a continuación.
En primer lugar,
destacar las aportaciones llevadas a cabo por Luzuriaga desde un doble ámbito
en este tema. Por una parte, citando y resumiendo las ideas pedagógicas
referidas a la ilustración: creencia en el poder absoluto de la razón,
aspiración a la libertad, reconocimiento de la naturaleza y de las leyes naturales en el universo,
sentido práctico, activo y optimista de la vida, fomento del espíritu social,
progresiva secularización de la educación con el punto de mira en la actuación
del Estado.
Por otra parte y
más próximo al concepto de la llamada Escuela Única (influenciada por las
estancias profesionales que llevó a cabo en Alemania y que ensalza el
pensamiento pedagógico europeo moderno), Luzuriaga perseguiría una serie de
principios con los que se facilitaría el acceso a los estudios secundarios,
entre otros aspectos, a todas las clases
sociales. Algunas de las características son las siguientes: desarrollo de la
educación estatal, comienzo de la educación nacional, educación universal,
gratuita y obligatoria, laicismo en la enseñanza, acentuación universalista y
primacía del reconocimiento de la naturaleza y la intuición e la educación. Se
debe recordar a este respecto que el movimiento ilustrado, aun a pesar de buscar
el bienestar del pueblo, es un movimiento ‘de minorías’, más cercano a las
élites librepensantes.
En lo referido al Despotismo Ilustrado, destacar las aportaciones de Alcázar Molina con respecto a la
corriente que tuvo como máxima “todo para el pueblo pero sin el pueblo”
relegando al absolutismo, un gobierno sin cortes, un sentido profundamente
monárquico, el regalismo en lo que se refiere al control de determinados
poderes y sus disputas entre iglesia y monarquía. Una referencia clave del
citado autor es el fomento de las Sociedades Económicas de Amigos del País,
como cauce de expansión cultural y social.
Véase otra
aportación con respecto al Despotismo Ilustrado y la sociedad en este contexto
que llevan a cabo Floridablanca o Campomanes, persiguiendo una sociedad
estamental racionalizada y progresiva (lo que no descarta que la sociedad siga
siendo estamental, evidentemente). Contrariamente a lo que pudiera parecer, las
ideas de “progreso”, “bienestar de la colectividad” y para más inri; “riqueza” y “lujo”.
Con más
templanza y no exento de críticas relacionadas con sus ideas aparece en este
escenario Jovellanos, metido en un papel que le augura una difícil tarea de
encontrar un punto de inflexión entre la realidad del contexto y el intento de
llevar a cabo su programa de renovación en distintos ámbitos; “entiendo aquí por
felicidad aquel estado de abundancia y comodidades que debe procurar todo buen
gobierno a sus individuos”, aludiendo ya a una clara desventaja de unos núcleos
geográficos con respecto a otros; “en este sentido, la provincia más rica sería
la más feliz”.
Es necesario también dedicar una breve pero no menos
importante al laicismo en la enseñanza, de la mano de Cabarrús (que también fue
fundador del Banco Nacional). Metido de lleno en la ilustración francesa, quizá
el movimiento más representativo y objetivo de las ideas propugnadas, consigue
plantear la instrucción pública como una unidad orgánica, aspecto éste de gran
relevancia en el ámbito educativo.
Destacar también
la labor de los primeros censos que aportan cifras encaminadas a descubrir o
dejar entrever cuál fue el progreso durante buena parte de la ilustración en
cuanto a recursos y alumnado se refiere. Habría que
esperar hasta el último tercio del siglo XVIII, para ver aparecer con fuerza el
maestro moderno de la Ilustración, lo que viene a significar una relativa
mengua de la influencia eclesial frente a la mayor intervención del Estado.
Maestros tradicionales:
Citada con
anterioridad la Hermandad de San Casiano y la influencia y funciones que ésta
congregación ejercía, creo conveniente hacer
una aportación de la publicación que a continuación se reseña con respecto a al Real Consejo en
relación con las escuelas elementales. Al parecer, y con respecto a la
administración de Navarra, apenas reglamentó la enseñanza primaria, ni siquiera
inspeccionó periódicamente los centros docentes, función según la ley XLI, correspondía
a los municipios, instando como uno de los criterios básicos que orientó las
medidas del Real Consejo el respeto a la autonomía personal. Las principales
líneas de actuación de dicho organismo en relación con la enseñanza de primeras
letras fueron:
“En tanto que
tribunal de justicia, entiende en las disputas escolares de todo tipo entre:
-maestros/as
municipales y ayuntamientos.
-candidatos a
ocupar plazas de maestro/a
-maestros/as
particulares y ayuntamientos
-parroquias y
ayuntamiento"
Más importante
aún son los datos sobre el tribunal de cuentas, concediendo a los municipios
autorización para:
-asalariar
maestros/as
-aumentar los
salarios maestros/as
-realizar
inversiones en la enseñanza.
Y lo son aún más
las directrices pedagógicas propiamente dichas referidas a:
-la organización
de exámenes de maestros y expedición de títulos correspondientes.
-obligación de
los pueblos a cumplir, al nombrar maestra, con los requisitos y exámenes
previstos en la ley.
-la
inhabilitación de los maestros/as que han sido condenados en alguna causa
criminal
Aparte de las
exigencias que se demandan en la Real Provisión
de Carlos III del año 1771 con respecto a términos personales, morales y
éticos, además de los del linaje, la Real Provisión de 1719 exige que los
maestros dominen las disciplinas de lectura, escritura y aritmética con
determinadas reglas y características que se citan en el texto.
Sirva de
exposición motivada las enunciadas principales líneas extraídas acerca de la
autonomía municipal para atestiguar la situación por la que pasaban los
maestros rurales con respecto a su escaso sueldo, en definitiva; una situación
no muy boyante que demandaba un segundo oficio en su tiempo libre. Es por ello
que “su lucha” se basaba principalmente en conseguir que el Estado pagara
también sus sueldos.
El Maestro Ilustrado:
Con el reinado
de Carlos III aparece un gran interés por modernizar la enseñanza elemental a
través de tres criterios bien definidos: uniformidad de la enseñanza,
modernización de los métodos pedagógicos y secularización progresiva de los
estudios.
A la Hermandad
de San Casiano le sustituyen el Colegio Académico y la Academia de Primeras
letras pasando después a la transformación en Colegio Académico al Consejo de
Castilla como institución estatal. En las
tardes de los jueves se cerraban las escuelas con el fin de que todos los
enseñantes participaran durante el invierno, en unos ejercicios académicos,
mitad labor investigadora, mitad formativa que, al parecer, tuvieron escaso
éxito.
“El programa
para la enseñanza primaria defendido por los ilustrados” estaba comprendido
por: lectura, escritura, cálculo y doctrina cristiana, destacando el catecismo de Fleury “y algún
compendio de la historia de la nación”.
Aparece un
debate ‘muy animado’ en sentido pedagógico-didáctico acerca de la enseñanza de
la escritura entre Anduaga y Torio de la Riva “acerca de si se debía enseñar a
escribir mediante reglas y sin muestras, o bien con reglas y con muestras”,
icono indiscutible de que –algo bueno y nuevo estaba ocurriendo- con respecto a
la metodología reformadora.
Mención aparte
que ofrecen las ocho Escuelas Reales abiertas, una en cada uno de los ocho
cuarteles en que se estructuraba Madrid. Aparece el movimiento de San
Ildefonso, caracterizado por la enseñanza de la escritura basada en la
racionalización, con una serie de reglas para que los estudiantes encontraran
un sentido al aprendizaje.
Anduaga
ostentaría la dirección de la Real Academia de Primera Educación y el autor
habla de la supervisión mencionado a Juan Rubio como visitador.
En la última
parte de este apartado el autor expone el ‘lamento’ sobre la escasa formación
de los maestros, aludiendo a la “Carta del Maestro Cascaciruelas”, designada a
los aprendices de maestros; “hombre a quien no tiemblen desde una legua los
muchachos, y con sólo presentarse en la escuela o en cualquier casa, no infunda
miedo su prospecto, digo yo que no vale tres caracoles" (la pregunta ahora sería: se disfruta o no estudiando la historia de la pedagogía).
Dos ejemplos de maestro ilustrado en
la literatura pedagógica de la época:
Por una parte,
Viera y Clavijo, un clérigo canario que afirma que es necesario que el hombre
que sepa leer con sentido, que enseñe la doctrina cristiana con el catecismo de
Fleury, que imponga buenos modales y tenga letra limpia y que instruya con el
librito de ortografía de la lengua castellana, no es algo “imposible”, sino que
si se saben buscar, se hallarán muchos. Sus reflexiones llevan a pensar que su
sentido de la practicidad es más valioso que el de la estética sobre todo en
uno de sus principios más importantes; su preocupación por el uso correcto de
la ortografía.
Destaca también
la labor de la inspección de las escuelas por las autoridades a las que
“sugiere motivar y animar a los niños para que les sea provechosa la
instrucción”, dejando entrever la capacidad de motivación que desde este ámbito
pedagógico también puede desarrollarse una labor pedagógica renovadora e influyente en los aprendices.
Por otra parte,
destacar a Cabarrús, que como ya se ha mencionado, fue el fundador del Banco
Nacional, desde su currículo de economista, hombre de negocios y pensador
escritor ilustrado. Comienza así una reforma con amplia perspectiva de conocer
y extender la nacionalidad, el amor por la patria, a través de un catecismo
político como herramienta para conocer y fomentar los principios sociales, los
elementos de la legislación y demostrar el interés común e individual.
Por último este
mismo autor refuerza el aspecto más tierno y elemental que aporta un
complemento a sus teorías recomendando “la necesidad de amor y las entrañas de
padre” (*), así como la alegría e indulgencia en esta edad de aprendizaje.
La maestra de la ilustración
española:
Por la Real
Cédula de 11 de junio de 1783 se establecían oficialmente las escuelas de niñas
en España, como forma de reconocer la necesidad legal de alfabetizar a las
mujeres para lograr la uniformización de la cultura nacional y fomentar el
desarrollo económico. Se crean las Diputaciones de Caridad con el reinado de
Carlos III y las pruebas de habilidad a las que se sometían las maestras eran
para asegurarse que sabían coser y conocían el catecismo, pues esos iban a ser
sus cometidos en su labor pedagógica, además de otros conceptos del orden
moral. Los objetivos pues estaban claros: hacer buenas amas de casa, amantes y
esposas, propiciando asimismo el fomento de la industria textil (*)
También aquí hay
clases; maestras analfabetas, cuya formación no requería mucho más allá de lo
expuesto en el orden moral, de higiene y limpieza y las que ostentaban un
puesto en las Sociedades Económicas de Amigos del País; cuyo cometido destacado
era la enseñanza del –buen obrar, buena educación, rudimentos en la fe
católica, ejercicio de las virtudes y labores propias de su sexo-, entre otras.
Ni la Junta de
Damas de la Matritense introdujo aspectos de alguna otra materia que las
descritas con anterioridad para llevar a cabo una instrucción cultural.
El maestro eclesiástico:
San José de
Calasanz funda las Escuelas Pías de los padres escolapios, aportando así un
proyecto de escolarización y alfabetización para los niños pobres; “gratuita,
graduada y estable” ofreciendo una enseñanza básica y la proyección de una
enseñanza profesional que demandaba la sociedad del momento para este
estamento.
La expulsión de
los jesuitas favoreció la expansión de estos colegios, que lograron extenderse
por algunos sitios de España. De su ideario cabe destacar la educción integrada
de letras y ciencias, con la doctrina y piedad cristianas, los niños pobres y
niños más pequeños en cuanto a su actuación prioritaria, enseñanza de
habilidades prácticas y no solo de humanidades, reducción del currículo (tal y
como ya había propuesto Jovellanos) y la escuela graduada, siendo necesaria la
superación de los distintos grados para promocionar al siguiente. La
financiación era gratuita a través de fundaciones y su calidad de educación, si
se comparaba con la de la Hermandad de San Casiano; era superior. Como
cualquier establecimiento que ofrezca sus servicios de tal forma, sufrió
también la competencia y crítica del método Pestalozziano, que vino después a
confirmar la “buena fama” de los escolapios con el retorno del rey Fernando
VII, siendo modelo de escuela nacional.
Los educadores de los niños nobles y
ricos:
Un ayo era un
“profesor particular” que impartía enseñanza en las casas de los niños nobles y
ricos. La elección se hacía a través de una entrevista personal. Se buscaban
hombres, justos, rectos, que no hubieran contraído la corrupción, suave, con la
templanza requerida para tal labor, entre otros requisitos.
Los distintos
motivos que expone el autor en su descripción sobre las razones de los padres
para elegir esta forma de enseñanza abre un abanico de posibilidades sobre las
verdaderos objetivos que se desean conseguir. Si bien la educación más cuidada
y exquisita, si se encontraba la persona adecuada, era también signo de
“distinción” entre los de su clase y, además, servía de compañía a los padres
de los niños nobles y ricos como –persona de confianza- y, en algunos casos,
“cuasi confesor”.
El salario era
muy importante para que la labor se desarrollara con la calidad y exigencia requerida.
Es por ello que el autor menciona también la importancia y la preocupación
expuesta por ambas partes (ayo y padre) sobre las cuestiones monetarias.
El desarrollo
de Maestros y Educadores españoles del siglo XVIII está basado en el modelo de magisterio
ilustrado de primeras letras así como las instituciones y otros aspectos
destacables de la pedagogía ilustrada.
En esencia y
como principal valoración sobre la lectura es necesario destacar la diferencia
bastante importante entre las condiciones humanas y profesionales que acaecen
entre los maestros rurales y los maestros de las ciudades. Asimismo, la
educación y el desarrollo de la carrera profesional de las maestras en esta
época es un aspecto que nos lleva a la reflexión sobre el papel de la mujer en
la ilustración, si bien hubo casos de mujeres que pudieron llevar a cabo una
formación cultural en otros ámbitos.
Valorar las
aportaciones de Jovellanos y Campomanes en los términos descritos a lo largo
del tema con respecto a la necesidad de reformar las instituciones educativas y
las aportaciones que llevaron a cabo en distintos ámbitos de la educación. Bien
es sabido que las reformas educativas no han sido a lo largo de la historia un
asunto fácil ni ligero, ni tampoco ha estado exentas de luchas y
contrarreformas en los distintos ámbitos.
Destacar el
papel de la Iglesia a lo largo de todo el periodo ilustrado, como una
institución que pervive afianzada en su disciplina pedagógico-cristiana y en
sus métodos y recursos, “a pesar” de la influencia de las diversas corrientes
europeístas, en España, iglesia y educación estatal marcharon de forma
complementaria y más o menos unidas a lo largo de toda la etapa ilustrada, no
produciéndose la tan demandada secularización de los distintos idearios de los
pensadores y pedagogos.
Curiosamente se
podría aludir también a la centralización-descentralización de lo que podría
denominarse un sistema educativo pergeñado a base de una legislación que ya sí
va desarrollándose y afianzándose como desarrollo normativo y aquella demanda
de los maestros rurales de pertenecer o ser remunerados por el Estado y no por
los municipios, de los que dependían en todos los ámbitos.
Es necesario
dejar constancia también de la calidad de la educación relacionada con los
aspectos descritos anteriormente y así como de las demandas económicas y
laborales de la época, puesto que los establecimientos educativos, fueran
cuales fueren de los anteriormente expuestos, promovieron y fomentaron el
desarrollo social y económico de una época, con las instituciones que albergan
en cada caso a la cabeza de este fin.
Por último
destacar la labor de formación y el discurso pedagógico que surge entre las
distintas corrientes didáctico-pedagógicas, principalmente en las primeras
letras y en las materias de segunda enseñanza así como la importancia de la
labor supervisora que aparece curiosamente descrita en el capítulo como fuente
de motivación.